lunes, 5 de octubre de 2009

Una pequeña mirada axiológica a Rocky Sullivan.



“¿hello what you hear, what you say?” Saluda Rocky Sullivan con su frase característica. Da la mano y a la vez una extraña mueca se apodera de su rostro, creando unas extrañas líneas negras que le otorgan a sus mejillas una tonalidad humorística. Se ajusta su chaleco, pues el siempre anda muy elegante, debe ostentar su poder, no puede andar con las fachas del vendedor de donas o el hombre de la manivela musical.

Hay que mostrar quien manda.

Este es Rocky Sullivan, el protagonista de ángeles con caras sucias (1938), interpretado por James Cagney. Es este un acierto de casting pues, las propiedades antropométricas de James (su corta estatura, su rostro de infante) ayudan a romper la imagen canónica de las producciones audiovisuales sobre el maleante (el bandido siempre debía ser horrible), Y a su vez sirven para despertar en el espectador un apego emocional hacia Rocky: reírse junto a él, a sufrir por él. En síntesis el espectador se siente identificado con Sullivan, hasta el punto (quizá) de argumentar sus actos delictivos.

Escondido en su traje negro reposa la herramienta que lo sacará de alguna vendetta callejera, un revólver. El pequeño gángster solo dispara cuando esté en peligro, buscando siempre salir inmune del ataque, sin importarle la vida del agresor.

Es claramente visible el peculiar código de honor de Rocky Sullivan, sus valores axiológicos no son muy comunes. A lo largo del film podemos percatarnos que Rocky solo dispara para defenderse de los matones o de la policía. Podemos encontrar otra característica de Sullivan, es un temerario, no siente miedo de enfrentarse a la muerte.

También es una persona que da su palabra y la cumple, no le gusta que las personas incumplan sus promesas, de allí su gran problema con Jim Frazier, su ex socio con quien había formado un trato: Rocky cumpliría una condena de tres años en prisión, mientras tanto Frazier le guardaría un gran botín producto del último golpe y a la vez haría nuevos contactos para incrementar el negocio. Al haber incumplido los términos Rocky utilizará chantajes y artimañas para hacerse con lo que es de suyo. Este es otro punto clave dentro del análisis axiológico de Rocky Sullivan, su constante búsqueda de poder, de dinero y la consolidación de una imagen frente a los demás que demuestre su autenticidad hacia su código de honor y hacia sus reglas.

Sullivan es un bandolero solitario, no tiene pandilla, no tiene amigos, nunca se le ve un lazo de compenetración muy fuerte con alguien, es solidario con Jerry Conelly (el cura) pero se necesita más que eso para forjar una amistad; Rocky deja clara su posición cuando ellos eran unos muchachos: se aproxima su juicio por haber sido atrapado en un robo unos estilógrafos, Conelly logro escapar de la policía pero quería entregarse junto a él para que le rebajaran la pena y ambos estuvieran en la misma celda -“siempre recuerda, no conviene ser un tonto”- le dice Sullivan a Conelly.

Lo único que le queda a Rocky frente a la silla eléctrica es su imagen de hombre rudo forjador de sus propias leyes, sin embargo en un acto desesperado, Sullivan accede a la petición de Jerry, arrepentirse de sus actos para dar un escarmiento a los chicos del barrio que ven en Rocky un ídolo y un modelo a seguir. El “gángster” se traiciona a sí mismo para evitar que otros muchachos del suburbio se descarrilen y terminen igual que el.



Algunos videos que ilustraran al lector.




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